MANUEL ANDUJAR, Escritor y Poeta

Es el ilustrísimo escritor andaluz DON MANUEL ANDUJAR el que se manifiesta sobre la pintura de ENRIQUE PADIAL en estos términos:

"ENRIQUE PADIAL, éste "granaíno" que anda por Madrid como por su propia casa, parece un andaluz de los de mí época, no sólo por la pañosa inversal o el abanico si atizan las calores, sino por su apasionamiento por la vida, los amigos, las cosas por las que vale la pena soñar y llorar, por su modo de manifestarse sin recelo de tirios y troyanos ya que, cabal entre los cabales, éste "primus ínter pares" de todo cuanto dió la matriz generosa de Andalucía para que fueran predicando por el mundo la buena nueva de la dignidad de su pueblo, es hombre de bien, rebelde para el bien de todos y afortunado por pintor.

Basta con mirar de soslayo cualquiera de sus lienzos para afirmas que en él hay un español racial, un andaluz que abandera la sedimentada república de sus sentimientos de modo tal, que ha hecho de la libertad creativa un manantial de riqueza plástica. El hombre para ENRIQUE PADIAL es el eje sobre el que gira la mayor parte de su pintura. Más este hombre,no es un ser indeterminado, porque dentro de la universalidad del pintor, el que ocupa sus lienzos parece estar censado en cualquiera de los antros de la imaginación e indiferencia.

PADIAL pinta la España Negra con colores de lujo, digo yo que será por amainar tanta tristeza, tanto desencanto habido, tanto derroche de esperanza. Yo lo veo en sus propios cuadros pintados después de haber compartido cielo, tierra, infierno y gloria en una noche inolvidable con Valdés Leal, el Arcipreste, Ribera, Don Francisco de Goya, Gutiérrez Solana en el altonazo oficiando de anfitrión el sevillano Francisco Mateos.

En la prehistoria de la pintura de ENRIQUE PADIAL las máscaras
usábalas éste Quijote del Sur para señalar los fermentos del oscurantismo, la podredumbre o tal vez los cenagosos Barros que le envenenaban. Hoy, pinta a cara descubierta y aireando los alientos hediondos del hambre y la miseria, las caries de la injusticia, los despropósitos de la Humanidad.

Ángel y diablo a la vez, un sólo pintor verdadero y dos personas distintas, se descubren cuando al hechicero le viene en buena gana y se pone a pintar esos exuberantes paisajes que, como volcanes míticos, recogen la herencia de Van Gogh para seguir adelante con tan deleitante testigo, olvidando humanas quimeras, para ofrecernos el paraíso nazarí que lleva en sus sangres el pintor; del que no puede renunciar aunque le pese.

Cada paisaje está recreado para que el espectador estrene su andadura y, genésicos serían, si no estuvieran en ellos, la mayoría de las veces, el fruto del sudor de aquél que los sembrara. Pasar ante estos caudales de vida sin serenar el espíritu, es tan imposible como enfrentarse a cualquiera de sus obras sin sentirse conmocionado y encadenado a la contemplación por una fuerza oculta que dimana del cuadro, ya que este gran pintor español de todas las andalucias es un quiromante que, es solitario subió a la Sagrada Montaña del Arte para vengarse, a golpe de denuncias y ternura, también de compasión, de la falsedad y del engaño.