Raúl Chávarri Porpetta, Crítico de Arte

La obra de ENRIQUE PADIAL, vista por el prestigioso critico de Arte Raúl Chávarri Porpetta, se trasluce como: "El tremendo universo del cotidiano espectáculo del Arte con su ceremonial de confusiones, actitudes y posicionamientos, no podía andar huérfano de lo que se ha venido en llamar "pintura de compromiso social", al ser escasos los artistas que motivados por una conciencia humanística y social, ponen su pasión al servicio de los valores superiores del hombre. En este campo, donde la sinceridad no admite paliativos ni excusas, se encuentra la obra del andaluz ENRIQUE PADIAL, zarandeadora de conciencias que dormitan, desenmascararte, audaz en sus hipérboles y señaladora de cinismos e injusticias.

El artista, haciendo de la inocencia ironía y de esta escándalo para los adocenados de siempre, viene a dar testimonio avasallador de cuantas injusticias, opresiones, falsedades y discursos circulan en un entorno plural que el artista define como vacuo, engañoso e irascible. Tal vez por ello, haciendo gala de una ternura singular para mostrarnos sus cuadros desprovistos de actitudes y sí rebosantes de ironía que, siendo esta cualidad un don superior de la inteligencia, sírvele para orear su profundo amor a los desheredados del mundo.

Alguna vez escuché decir al pintor: "Mí calidad de hombre y artista se basa en la defensa del diario pregón que mantengo pintando”. Es así como, subido a la última rama del árbol de la ancha historia de su patria, si pinta escribe y si escribe pinta las eternas soledades de los siempre desventurados hombres de su tierra; las esperanzas de los parias del diario mendrugo de las caridades y todos los dolores, esperanzas, muecas y desesperanzas del hombre. Tanto compromiso social lo viste de oropeles, barrocos vestidos de pobreza, flores, aves, frutos, charangas de los siglos hechos febrero de carnavales y socarronerías, pero PADIAL, tierno donde los haya, reviste a sus personajes con la picaresca del Siglo de Oro Español más, pareciéndole escasa su donosura, nos los da risueños, boquiabiertos, desdentados y tontunos para meter más el dedo en la llaga de la sinrazón. Estos personajes suyos, peritos en pillerías y lances, nos hacen difícil retirar nuestras miradas de las suyas, plenas de socarronería y acusadoras de los pecados inconfesables de una sociedad que los sojuzga sin compasión alguna.

Dice PADIAL: "Mis gentecillas son como retorcidas y viejas cepas que no pudieron dar su mosto... " y es que su pintura se desborda del cauce de una cultura visual que se alimenta de la asimilación de una herencia de tradiciones pictóricas, anteriores a él mismo, para testimoniar con una indesmayable decisión crítica, su inexorable voluntad, untad creativa puesta al servicio del hombre y de su entorno circunstancial.

Las dos fuerzas que presiden su obra son la expresividad serena y su plástica representativa; seres que nos transmiten sus sentimientos, sus ansías, la sabiduría de todo lo vivido o malvivido y unos deseos de dialogar con nosotros como si se sintieran vivos en carne mortal encadenada al cuadro. Esta comedia humana, plena de madurez y alma, está apoyada en una elocuente soledad a cuyo amparo se escuchan los gritos del desamparo y de las frustraciones del retablo humano que, en los lienzos de PADIAL, parece el final de una representación escénica en la que se compendian los argumentos de todo lo vivido por estos personajes enloquecidos que, si nos acusan desde el hiriente y punzante brillo de sus miradas, nos sonriera con una estoica socarronería recomellosa. Estas figuras que miran siempre al espectador de frente, parecen vivir olvidadas del "Memento Homo" tal vez porque ENRIQUE PADIAL, magnánimo y generoso, prefiere olvidarse de reyes, ricos, roques y sabios, para ensalzar a estos seres, protagonistas y sujetos pacientes de todas las bienaventuranzas.

Esta trágica busquedad del pintor, me lleva a la duda de saber si el pintor participa de la risa, sonrisa e ironía de sus modelos o si, por el contrario, se siente herido por la sardónica sonrisa de ellos durante el proceso del concepto narrativo que nos plantea.

Sin saber cómo ni por qué, PADIAL, sin renunciar a su tiempo, se nos mete hasta las cachas en el Siglo de oro con estos cortesanos de la pobreza, que bien pudieran ser clientes de las escalinatas de todas las iglesias de Andalucía, chismorreros en el ayer del mentidero del San Felipe de Neri madrileño, carne del Santo Oficio, o pacientes con pernocta del sevillano Hospital de la Caridad. Estos seres padialinos son la "la cultura otra", los que estuvieron alguna vez contra esto y aquello y que, hoy, se nos hacen espejo de una locura contestarla que vapulea conciencias con el ánimo puesto en despertar un sentimiento de solidaridad social".

La obra de PADIAL, barroca por andaluza, mediterránea por el temple y calor de su colorido, tierna por granadino acostumbrado a mirar las primeras espigas de su Vega, es obra de índole social por el fondo apasionado de su dicción de artista.