LA PROFUNDA HUMANIDAD DE LA PINTURA
DE ENRIQUE PADIAL

 

Cuando Enrique Padíal hizo su periplo europeo la prensa francesa dedicó elogios al artista, a su emotividad, a su fuerza expresiva, a la sinceridad de su obra: "n'utilise aucun des moyens habituels et faciles que les faux artistes utilisent por nous tromper".

A pesar de todo, no sé si la pintura Enrique Padial ha sido debidamente comprendida. Su obra es preciso enjuiciarla, desde abajo, desde el corazón mismo del pueblo. Porque, en resumidas cuentas, esto es lo que ha hecho Enrique Padial, bajar del Olimpo artístico para identificarse con las masas populares, para vivir su desgarro, su dolor y sus esperanzas, también sus gozos efímeros de carnavales fugaces.

Pero hay más que una vivencia en estos cuadros, mucho más que pálpito meramente afectivo o visceral. Las masas hirientes de la materia, el temblor de las torturadas formas, la violencia de los colores, constituyen -en expresión estética- un análisis crítico profundo de los males que aquejan al pueblo, de las estructuras que lo mantienen en su postración; en último extremo, de las fuerzas que lo manipulan.

Padíal baja con la renuncia hasta la entrega. Asume voluntariamente ese medio expresivo, tan peculiar y tan suyo, que también es lenguaje y sentimiento estético del pueblo llano.

Fruto de ese análisis, crítico-pictórico, es la revelación, el desenmascaramiento. Así pone al descubierto la hipocresía de unos, la miseria irreparable de otros, la superstición y el fanatismo amodorrarte de los más. En fin de cuentas, la obra de Padial es tanto adhesión como denuncia. Saca a la luz estética la deformación secular de los opresores y de los oprimidos; y, en esta denuncia, está su adhesión incondicional a las víctimas inocentes. Así es de profundamente humano este pintor. Por ello la pintura de Padial es tan singular, inquietante y zahiriente, tan recomellosa.

ANTONIO AROSTEGUI